Los Tiempos de Dios

30.07.2018 11:20

Mientras leo el pasaje del Evangelio de este sábado, la primera palabra que viene a mi mente es: "batalla". Estamos en una batalla constante para que la buena semilla llegue a dar fruto y que no sea ahogada por la cizaña. Pero no es posible arrancarla completamente porque corremos el riesgo de arrancar el trigo también. ¡Qué desafío!

En este hermoso mundo que Dios Padre nos ha dado, coexisten dos realidades: el bien y el mal. El bien "sembrado" por el Padre y el mal "sembrado" por el enemigo durante la noche, cuando nadie lo nota. Y lo primero que queremos hacer cuando observamos nuestro mundo es deshacernos del mal.

Está bien lo que los trabajadores le sugieren al dueño del campo con respecto a la cizaña: "¿Quieres que la arranquemos?" Están preocupados por la cosecha, no quieren que se pierda. Pero su señor sabe de los riesgos por actuar apresuradamente, por eso los detiene y los alerta: "¡Cuidado! Podrían arrancar la mismísima cosecha." Por lo tanto, al igual que nuestro Padre Celestial, nosotros debemos tener paciencia y misericordia. Paciencia y misericordia con los demás y con nosotros mismos.

Si miramos nuestro mundo de hoy y nos enfocamos en las situaciones que nos preocupan, o en los diferentes temas que nos quitan la paz, es decir en la cizaña, dejamos de mirar lo bueno que está germinando, creciendo y fortaleciéndose. ¡Hay buena cosecha porque el Señor ha sembrado buena semilla! El Señor nunca ha dejado de sembrar buena semilla. Dios conoce a su pueblo y tiene fe en sus hijos. Dios tiene esperanza en sus hijos. ¡Él sabe qué semilla ha sembrado y con qué sangre ha regado la tierra!

Deja que la Vida de Cristo crezca y se fortaleza en ti. Demos tiempo al Espíritu Santo para que trabaje en cada uno de nosotros y dediquémonos a colaborar con él en " ... las buenas obras que Dios preparó de antemano para que hagamos nosotros." (Efesios 2, 10). Dejemos el tiempo de la cosecha a Dios; dejemos a Dios el tiempo del juicio. Sus tiempos son perfectos.