Morir por la Verdad
¡En el Evangelio según San Mateo 14, 1-12, vemos a un apasionado por la verdad en plena acción! No sólo predicando, sino demostrando, con su forma de vivir, cómo es una vida de entrega total al Señor. ¡Si hasta se vistió con piel de camello, comió miel y saltamontes! ¡Eso es pasión!
Pero más aún, su amor y su pasión lo llevaron no sólo anunciar al Salvador, al Cordero que quita el pecado del mundo, con su vida y sus palabras, sino a denunciar la mentira, la corrupción y el pecado, justo en el rostro del mismísimo pecador: el tetrarca Herodes, un funcionario corrupto que abusaba de su poder, y de su mujer Herodías, que odiaba a Juan porque constantemente le recordaba al rey que no le era “lícito” tenerla, ya que Herodías era la esposa de su hermano.
Claro que tal “indiscreción” no iba a quedar impune. Ante tal descaro, Herodes lo envió a prisión para callarlo y así no escuchar más sus críticas. ¡Pero no lo logró! (También intentarán pero no podrán, unos años después, callar a Pablo de la misma forma.)
Juan el Bautista, aunque estaba en prisión, seguía siendo una “presencia” acusadora. Su sola existencia era un constante reproche, no tanto para Herodes que, a pesar de todo, quedaba fascinado con las palabras de Juan (cf. Marcos 6, 20) sino para Herodías, quien desesperada por el odio, buscaba la forma de matarlo.
Pero Juan, era un apasionado y nada le importaba más que la Verdad. Su encuentro personal con Jesús en el vientre de su madre, su relación con Dios y su vida de oración hicieron de él un hombre totalmente entregado a su Señor, a su Dios, a la Verdad. Para él la Verdad era lo más hermoso y digno de ser amado. Y es por esa Verdad que murió.
San Beda, monje del s. IX (Hom. 23: CCL122, 354) dijo: “..a Juan no se le ordenó negar a Jesucristo, sólo se le ordenó callar la verdad.”
Un apasionado por la Verdad, no puede callarla. La Verdad es su guía, su luz, es el aire que respira. Sólo puede vivir para servirla y entregarse a ella. Y Jesucristo es la Verdad.
¿Cuán apasionados somos por la Verdad? ¿Cuán apasionados somos por Jesucristo? Y si bien hay lugares en el mundo donde los cristianos están siendo sacrificados, donde están siendo degollados, igual que Juan, por seguir a Jesucristo, tal vez esta no sea nuestra realidad extrema. ¡Pero cuánto tenemos, nosotros también, de mártires por seguir esa Verdad!
A nosotros, los apasionados por Jesucristo, la Verdad, siempre querrán callarnos. Nuestra sola presencia molestará a muchos y, más de uno, querría que desapareciéramos de la faz de la tierra para poder seguir con sus abusos, corrupción, con su pecado.
Pero así como a Juan el Bautista y a Pablo y a tantos otros, no pudieron callarlos ni siquiera decapitándolos, tampoco podrán a nosotros callarnos. Por la gracia y la fuerza de Dios, hemos de ser la antorcha siempre encendida, la palabra justa para anunciar y denunciar. Pero también, como nos lo enseño el Maestro, deberemos hacerlo amando. Pidamos al Espíritu Santo que nos enseñe a amar a aquellos que quieren callarnos, que nos enseñe a entregar nuestra vida y dolor por aquellos que no nos quieren, porque Él nos ama a todos por igual.