“Yo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa." Juan 16,23.
¿A quién de nosotros no le ha pasado que ha pedido por algo o por alguien en el Nombre de Jesús y no ha obtenido lo que esperaba? Durante muchos años, he leído y recordado este pasaje de las escrituras y había algo en mí que resonaba, una llamada de atención que me impulsaba a profundizar en esta promesa de Jesús. Si Él dijo: "Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre" ¿qué he estado haciendo hasta ahora?
Pero en su infinito amor y paciencia, el Señor me habló a través de las escrituras:
En Romanos 8, 26 leemos:
“De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras”.
Y el capítulo dos de la primera carta a los Corintios afirma: “Sin embargo, nosotros tenemos la mente de Cristo” y “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.”
Pedir en el nombre de Jesús, significa también pedir de acuerdo a la forma de ver las cosas que Él tiene, es decir, con la mente de Cristo. O sea que para pedir a Dios Padre en el nombre de Jesús, hay que estar “en sintonía” con Él y para estar en sintonía con Él, debemos acudir y acoger al Espíritu Santo, para que Él guíe nuestro pedido.
Si ponemos oídos atentos en la oración, con el corazón abierto y perseveramos en ella, veremos que somos conducidos por Él y, luego de un tiempo de orar con perseverancia, notaremos diferencias con respecto a los primeros comienzos.
Descubrir este camino nos abre una puerta a la intimidad de la relación con Dios. Nuestra confianza aumenta porque sabemos que si le pedimos algo de acuerdo a su Espíritu, el mismo que guió a Jesucristo y habita con Él junto al Padre, nos lo concederá. Sólo basta confiar y esperar. Entonces también podremos comprobar que hemos dejado atrás los pensamientos y deseos carnales o “según el mundo" para entrar en otra dimensión que es una primicia de la vida eterna: el actuar y pensar con la mente de Cristo.
Una oración sencilla y tremendamente profunda a la vez, es la que hizo Jesús en el huerto de los olivos: “Padre si es posible aparta de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad, si no la tuya” (Lucas 22,42). Esta es una muestra de la batalla entre los deseos de nuestras entrañas, nuestra humanidad herida y la aceptación del perfecto plan del Padre. Es un camino a seguir, un desafío apasionante, donde nos acercamos más al amor de Dios, siempre dispuesto a brindarse.
Habrá lucha en ti al intentarlo, como Jesús tuvo también la suya, hasta sudar sangre. Pero te invito a que dejes atrás lo que ya has comprobado que no resulta y acudas a la invitación que Jesús te hace de pedir en su Nombre. Para comenzar, puedes hacer esta oración como principio de entrenamiento en la manera de “pedir en el Espíritu”:
Hoy Padre bueno, dejo a tus pies todos mis deseos, mis sentimientos y mi forma de ver las cosas. Necesito una gracia muy importante, Tú la conoces, pero Tú sabes también que mi pedido está condicionado por mi historia y mis sentimientos que no me dejan ver con la claridad con que Tú lo ves todo. Por eso te pido: derrama tu Santo Espíritu en mí para que ilumine todo mi ser y pueda así discernir lo que realmente tengo que pedirte. Que se cumplan así tus planes de bendición y de paz para quienes te pido esta gracia. Todo esto te lo presento en el nombre de Jesús, tu hijo nuestro Señor. Amén
Que el Señor te conceda descubrir este camino que te conducirá, en los momentos más difíciles, a una paz verdadera, a aquella que la carne no comprende, porque viene de lo alto. La que te llenará de vida y fortalecimiento en la fe, en la esperanza y en el amor. Que se cumplan en ti las palabras del apóstol: “para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1Cor2, 5).
Dios te bendice.
F.Ramos