El toque de Jesús para sus amigos

 El toque de Jesús para sus amigos

Evangelio según San Mateo 17,1-9. 
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. 
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz... 
         

Los discípulos de Jesús tienen una visión celestial y juntos son testigos de la confirmación de las promesas hechas por Dios. El maestro, no había elegido tres discípulos al azar. Tomó consigo a aquellos  que tenían una Íntima y gran amistad con Él y por lo tanto, estaban preparados para la experiencia  que el Salvador les quería regalar.  Así es que ellos contemplan a Moisés, a Elías y al mismo Jesús, en la Gloria. Ya no se trata ahora de fe, si no que sus propios ojos han visto aquello anunciado en las Sagradas Escrituras. Hasta aquí, Pedro, Santiago y Juan, eran meros espectadores y ante ello, quedan rebosantes de gozo. Pero las cosas cambian, cuando  escuchan  al Padre dirigirse hacia ellos  y se convierten en partícipes de su Gloria, llenándose de profundo temor. Sólo cuando Jesús los toca, ellos pierden el miedo y pueden recuperarse. ¿Por qué les sucede esto? El anhelo más profundo de todo ser humano, es el de ser amado y no ser sólo un espectador del amor. Sin embargo  y aunque parezca una contradicción, una de las cosas que más nos cuesta es poder recibir ese amor, es  dejarnos amar. ¿Por qué? Por nuestra naturaleza herida por el pecado. El amor de Dios es tan maravilloso, que como Adán y Eva luego de pecar, ante Él sentimos desconfianza, incertidumbre y todo tipo de actitudes, que  indican la existencia de una especie de inmunidad arraigada en lo profundo de nuestro ser. Luego, cuando este Amor Divino quiere entrar en nosotros para transformar nuestras vidas, no obtiene el permiso para hacerlo. Instintiva e inconscientemente lo rechazamos y así, lo dejamos pasar, permaneciendo postrados en tierra y llenos de temor. Pero Jesús, quiere cambiar esto. Dios nos busca incesantemente: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). A lo largo de tu vida, has levantado sin quererlo, murallas y cerrojos alrededor de tu corazón con el propósito de no sufrir más. Jesús es el único que puede sanar tus miedos y tu falta de libertad para amar y dejarte amar. Dios Padre quiere compartir en intimidad contigo Su amor  y Sus promesas, pero para ello, necesitas de Jesús. Necesitas que Él te toque, como lo hizo con sus amigos, Pedro, Santiago y Juan. Él te llama por tu nombre y quiere mostrarte el amor del Padre. Quiere que puedas recibirlo plenamente en la vida eterna, pero comenzando hoy, con tu propósito de compartir con Él toda tu existencia en una profunda y amorosa amistad. Entonces, llegará el momento en que experimentes el “toque“ de Jesús. Es ese encuentro personal con Él, que marca tu vida y te capacita para recibir el amor de Dios, el Espíritu Santo   Que Jesús y tú, pronto tengan ese encuentro liberador. Que se alejen para siempre de ti el temor y la desconfianza, gozando de ahora en más la inexplicable experiencia de sentirte amado por tu Creador.Dios te bendice!