Evangelio domingo 27 de Octubre- San Lucas 18,9-14.
Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado". Fuente: https://evangeliodeldia.org
La vanidad y el orgullo están siempre al acecho. El hacer frente a ellas, tal vez sea una de nuestras luchas más duras en esta vida. Se trata de una batalla diaria, que nos demanda una constante atención para que estas actitudes no conduzcan nuestros actos en un principio bien intencionados. Del gozo que recibimos como fruto del Espíritu luego de haber realizado una buena obra, ( hay más alegría en dar que en recibir, Hechos 20,35) pasamos muy fácilmente al bienestar y a la convicción de que somos "buenos".
Cuando en cambio, reconocemos con sencillez y serenidad nuestra debilidad y limitación, le damos permiso a Dios para realizar sus obras en nosotros y a través nuestro. Pasamos a la intimidad con él. Intimidad que se muestra como ternura del Padre que abraza nuestra fragilidad y de ahora en más nos completa con su amor como nada ni nadie podría hacerlo. Es entonces cuando nuestra persona, débil según el criterio del mundo, derrama la gracia de Dios e ilumina los ambientes en donde estemos.
Por eso, Jesús nos alerta y nos da una herramienta práctica cuando nos dice en San Lucas 17,10: "Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber´".
Dios quiere trabajar y hacer maravillas contigo. Es un obrar de a dos: Él y tú, juntos.
Ya envió todo su amor en Jesucristo. Ahora espera tu parte, que será la entrega de tu humanidad herida, frágil, imperfecta, en sus manos.
Él te conoce más que tú mismo y te ama como nadie puede amar jamás. Cuando te sientas incapaz y necesitado de Dios, es el tiempo de la alegría: su amor se manifestará en tu vida y ya nada volverá a ser igual. Lucha contra el orgullo, no te conformes con las cosas buenas que hagas, si no, déjate amar por Él. La luz de Jesús quiere brillar en ti.¡ Ánimo! Dios te bendice. MJRP.