¿Qué es lo que no te deja ver a Jesús?

 

  Evangelio domingo 3 de Noviembres-San Lucas 19,1-10. 

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. 
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. 
El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. 
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. 
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". 
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. 
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". 
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". 
Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, 
porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Fuente:  https://evangeliodeldia.org

Los publicanos eran gente del pueblo,  encargados de la recaudación del dinero de los impuestos. Eran contratados por los romanos y reyes a su servicio para facilitar una tarea que para ellos era despreciable pero necesaria y que implicaba una cadena de corrupción dentro de los encargados de las cobranzas, que aseguraban así su prosperidad.

Odiados por la mayoría, Zaqueo no era un publicano más. Era nada menos que un jefe con muchos subordinados a su cargo. 

Esto implicaba que conocía todos los abusos y trampas que realizaban sus pares para hacerse de las recaudaciones y él era parte importante de ello. Podemos fácilmente imaginar su  vida holgada, cómoda y lujosa, como también su fama de pecador y el resentimiento sembrado en el corazón de un pueblo tan castigado por la pobreza de aquel tiempo.

Pero algo sucedió en su corazón y ante el paso de Jesús comprendió, que todo lo que hasta ese momento llenaba su vida,  no podía compararse con lo que experimentaba en aquel momento. Para un hombre como Zaqueo, el hecho de subirse a un árbol, no era poca cosa. Significaba reconocer su baja estatura, renunciar a su imagen de persona importante y por sobre todas las cosas, exponer públicamente un sentimiento de vacío y necesidad a pesar de su buen pasar. Sentía necesidad de Dios. Jesús por sobre la muchedumbre, lee su corazón y lo llama. Luego, cuando tiene un encuentro personal con Él,  Zaqueo ya no mide las consecuencias: está dispuesto a dejarlo todo y arrojarse en lo divino. Así es Jesús.  ¿Cuál es el área de tu vida que aún no estás dispuesto a reconocer, renunciar y exponer? ¿Una posición económica? ¿Una profesión o trabajo? ¿El qué dirá tu familia o quienes te rodean? ¿Tus resentimientos? ¿El lugar donde vives? ¿Un pasado que no te has perdonado? Estas cosas representan el gentío que rodea a Jesús y no te permite verlo. Jesús sabe que estás allí, detrás de la multitud y viene a tu encuentro. Sólo necesita que lo veas. ¡No lo dudes más! Pega el salto y trepa al árbol. El sí de Zaqueo trajo la salvación a toda su casa, no sólo a sí mismo. Si te arriesgas a dejar atrás  todo lo que hasta hoy  te dio seguridad, Jesús leerá tu corazón y de inmediato te llamará por tu nombre para estar a solas. Te dará un cambio de vida que no podrás ni querrás abandonar jamás y toda tu casa habrá alcanzado la salvación.                                                                     No temas. Él te está buscando con sus brazos abiertos. Él subió al árbol de la cruz, para que puedas verlo!

Dios te bendice. MJRPMinisterio Católico Jesús Rey de la Paz