Jesús, el regalo del Padre

Evangelio Domingo 22 de Diciembre- San Mateo 1,18-24. 

 
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. 
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. 
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. 
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". 
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: 
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros". 
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,   

 Fuente: Evangelizo.org 

 

REFLEXIÓN

Cuando le evangelista señala que José era un hombre justo, lo que quiere expresar es que amaba a Dios y se dejaba guiar por Él. Era un hombre de recta intención, fruto de haber recibido a Dios en su corazón y  dejarse modelar por Él. Pero en aquella oportunidad no era  sencilla la situación de José. El saber que María estaba encinta antes de convivir, lo obligaba a tomar una decisión que debía estar de acuerdo a la ley. Abandonar a María y repudiarla en público, era cuestión de fidelidad a lo que había aprendido de la enseñanza de las escrituras  (Dt 22,13-14; Dt 24,1 ). Esto hubiera significado algo terrible para ella. Sin embargo, José como hombre de Dios, decide hacerlo en secreto, cumpliendo así con la ley,  pero sin causarle a María un daño mayor al que ella misma se habría acarreado con una supuesta infidelidad. Era un acto lleno de misericordia en el que además, se haría cargo de un hijo que no era suyo.  Para José, la ley era un medio para llegar a Dios y no un fin en sí misma. La misericordia de Dios estaba presente en su corazón. No por nada, Dios había elegido a este hombre como custodio del Salvador de la humanidad.

Dios nos llama a ser justos y la única manera de serlo, es dando lugar a su amor para que nos transforme. La actitud de José, no se improvisa. Dios necesita tratar con nosotros, que por nuestras historias y heridas, tendemos a ser duros y no misericordiosos, encerrados en nuestros criterios y no dispuestos a escucharlo. Luego sí, una vez modelados por el amor de Dios,  somos capaces de comprender  y estar abiertos a los caminos de Dios para nuestras vidas. 

Cuando permitimos que la misericordia de Dios habite en nosotros, no nos alcanza con hacer lo necesario. Siempre nos sentimos llevados a ir por más. Entonces Dios que conoce los corazones, nos confía más. ¿Qué estará queriendo confiarte el Señor? 

Has podido hacerle lugar a su misericordia  en tu corazón? Si luego de examinarte, te das cuenta de que aún no lo has hecho, estás a tiempo para aprovechar esta gran oportunidad: el tiempo de Navidad. Un tiempo en el que el Espíritu Santo propicia cosas nuevas en nosotros como regalo del Padre, quien sólo necesita nuestro consentimiento para llegar a nosotros y hacerse uno en nosotros.  Así como lo hizo con José, Dios Padre quiere confiarte a su hijo Jesús, el mismísimo salvador del mundo.  Dale tu consentimiento,  es todo lo que Él necesita. Este será tu pesebre: un lugar sencillo, humilde, tal vez inadecuado para un nacimiento, pero donde Él quiere habitar.

No es una metáfora, es toda una realidad. Dile confiado y en intimidad: “Padre de misericordia: Quiero recibir en mi corazón a tu Hijo, Jesús, el Salvador, la Misericordia misma encarnada para que habite en mí. Quiero ser fuente de misericordia como tú lo eres para mí. Que de este modo pueda dar frutos a mi alrededor, como sólo podemos darlos Tú en mí y yo en ti. Te lo pido por tu hijo, Jesucristo el Salvador, amén!” Ahora, sólo espera. ¡Tu regalo viene en camino!. ¡Dios te bendice! MJRP- Ministerio Católico Jesús Rey de la Paz