Preparando el camino

Evangelio Domingo 8 de Diciembre - San Mateo 3,1-12.

En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: 
"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca". 
A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. 
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. 
La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, 
y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. 
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? 
Produzcan el fruto de una sincera conversión, 
y no se contenten con decir: 'Tenemos por padre a Abraham'. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. 
El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego. 
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. 
Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible". 

 

Reflexión

El rito de inmersión en las aguas, era un conocido acto de purificación en el judaísmo y otras religiones de la época. Basado en este ritual, el bautismo de Juan se distinguía del anterior, por su carácter de iniciación realizada por única vez y signo de conversión para aquellos que buscaban sinceramente a  Dios. Era también la  preparación para reconocer al Mesías esperado. Tenía repercusiones sociales, porque era recibido públicamente y esto era apreciado por los fariseos y saduceos   Pero ellos a diferencia de otros, sólo buscaban posicionarse en la estructura política religiosa de aquella época mediante este rito, sin intención de conversión ninguna. Juan, movido por el Espíritu Santo, lee sus corazones y  los amonesta. Los llama a cambiar de actitud y a abrir sus corazones a la obra que Dios quiere hacer en ellos.

Hoy como ayer, Dios quiere pasar por nuestras vidas para llenarlas de bendición, pero no impone su voluntad, sino que requiere nuestro permiso.  

Retirarse al desierto, tal como  lo hacían los judíos que acudían a Juan, significa, salir de uno mismo para escuchar a Dios que me quiere hablar. El camino que hay que allanar, es nuestro corazón. Pero ¡cómo nos cuesta admitir que necesitamos ser sanados de cosas que no vemos o sentimos! ( “Pero, ¿quien advierte sus propios errores?” Salmo 19,13 ) Queremos tener el control de nuestras vidas y cuando dejamos que esto nos domine, somos como los fariseos y saduceos: Nos quedamos en lo ritual y creemos ser “hijos de Abraham” es decir, buenas personas.  

 

En otro orden, Juan aclara que el bautismo que dará Jesús, será diferente, “en Espíritu Santo y fuego”.  Este bautismo es un re-avivamiento como el que tuvieron los discípulos de Jesús antes de ser enviados a todas las naciones. Ellos ya habían recibido el bautismo de Juan y habían convivido con el Salvador, sin embargo, sólo cuando tuvieron aquella efusión del Espíritu Santo, se convirtieron en testigos capaces de transformar a miles. Ya no intervino en esta obra  un esfuerzo puramente humano, si no una asociación de la voluntad del hombre y el poder sobrenatural de Dios.

Este es el fruto de una sincera conversión. Dios toma nuestra debilidad y obra en nosotros y a través nuestro de manera maravillosa.

Que este período de  Adviento, sea para tu vida el gran salto que te ayude a salir de ti mismo y dejar que Dios llegue a ti. Pide a Jesús que tu corazón sea lo suficientemente humilde para que se cumpla en ti la palabra prometida: “Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.  Y yo le pediré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre:  el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en ustedes”.(Juan 14,15-17)   

Que muy pronto puedas brindar a todos los que te rodean, la alegría de esta buena noticia.

Dios te bendice. MJRPMinisterio Católico Jesús Rey de la Paz