Reconocer nuestra debilidad para dejarlo obrar

 

 

San Juan 14,23-29.

Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él.  El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado.

Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.

En adelante el Espíritu Santo, el intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.  Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo.

Saben que les dije: Me voy, pero volveré a ustedes.  Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, pues el Padre es más grande que yo. Les he dicho estas cosas ahora, antes de que sucedan, para que cuando sucedan ustedes crean. Palabra del Señor

Reflexión

 “El Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.” Qué importante es darnos cuenta que naturalmente tendemos a hacer nuestra propia voluntad y que al recaer en ello, se transforma en capricho.

“¿Pero quién advierte sus propios errores?” (Salmo 19, 13).  Esta actitud nos lleva a demorar y muchas veces a impedir la bendición especial  que Dios tiene para nuestras  vidas. Reconocerse frágil, rebelde ante la voz de Dios, da lugar al arrepentimiento y éste,  a la escucha del Espíritu Santo, aquel que nos conducirá claramente en la voz del maestro e inundará nuestra vida de paz, tal como nadie la puede dar.

Dios Padre ha hablado sobre ti. Ha pronunciado su Palabra sobre tu persona  el día de tu  bautismo.  Esa Palabra es Jesús. Dejarte  conducir por él a lo largo del  camino, es el gran desafío para tu  vida.

¡Dios te bendice!