Evangelio Domingo 29 de diciembre
San Mateo 2,13-15.19-23.
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Cuando murió Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto,
y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño".
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel.
Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea,
donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.
REFLEXIÓN
En algunas oportunidades, cuando leemos pasajes de las Sagradas Escrituras como éstos, contenemos el aliento. Observamos cómo Dios conduce sus designios con hilos tan sutiles que nos dan una sensación de inseguridad o fragilidad. En estos episodios particularmente, pareciera que algo tan trascendente como la vida del mismísimo Salvador del mundo, pendiera de un hilo. Podemos preguntarnos ¿qué hubiera sucedido si José no obedecía los avisos del ángel y confiado en su inteligencia se arriesgaba ante quienes querían matar a Jesús? Una cosa es cierta y es que Dios se maneja con quienes quieren escucharlo. El miedo que sintió José fue un medio para Dios, quien trabaja asociado al hombre. Él nos conoce como nadie puede hacerlo. Él ama nuestras riquezas y debilidades, las toma y realiza con ellas planes maravillosos. Pero lo fundamental es que para lograr esto, necesita de corazones dispuestos y entregados a Él. Así eran María y José. Ellos se habían consagrado a Dios, esto quiere decir que todo lo que les sucedía, sentían y pensaban, tenía un sentido para ellos porque confiaban en que Dios conducía sus vidas. Ellos podían seguir sus caminos más allá de las apariencias de los acontecimientos. Tenían un oído atento y en medio de un diálogo constante y confiado, Dios se les manifestaba y los guiaba.
Hoy Dios quiere obrar a través tuyo y en tu persona por que te ama tal como eres. Toda tu debilidad por grande que te parezca, es amada por Él y en ella quiere mostrarte su Gloria. Ésta es levantarte, engrandecerte y mostrarte a los demás como su Hijo muy querido. Esta es la diferencia de quien vive según sus propias fuerzas y criterios y quien se abandona en brazos del Padre celestial. Si la vida te golpeó fuerte o aún lo está haciendo, recuerda que Él te está hablando y quiere conducirte por caminos nuevos y plenos.
Es verdad que la espera puede desanimarte, pero recuerda que siempre hay un propósito detrás de ella. Ten paciencia y confía. Cuando entregamos nuestra vida a Dios y dejamos que Él reine, todo lo que nos sucede tiene un sentido. Dios tiene un tiempo para ti, un tiempo para trabajar en ti y otro para obrar a través de ti. Como María y José aguardaron la señal de Dios lejos de su hogar en Egipto, Jesús también esperó su tiempo. Permanece atento y aguarda tu tiempo. Dios se manifestará con poder y amor en tu vida en su proyecto de amor que no tiene fin. Escucha y espera. Dios te bendice.
MJRP- Ministerio Católico Jesús Rey de la Paz